Apenas son las diez y ya hay cola. Como siempre la mayoría
son ancianas, pero hay una chica joven esperando ser atendida por mi compañera.
Mecánicamente doy los buenos días a la señora que tengo delante, paso el código
de barras de su receta y espero a que la caja de Sintrom caiga por el tubo. La mujer me cuenta su vida mientras me
fijo en todo lo que está recogiendo la jovencita: Dolquine, Imurel, Diazepam... Espero que no sean para ella. Le entrego la caja a la señora y le deseo un buen día, y así otras ciento
veintisiete veces hasta que acaba mi turno. Esta noche voy a quedarme dormido
en cuanto toque la cama.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)